Parece un enorme hotel de inmigrantes. Bajo un cielo huérfano de nubes, decenas de cocaleros, mineros y campesinos dormitan sobre viejos bancos de plaza en la Universidad Mayor de San Andrés, la más importante de esta ciudad. Tendidos como lagartos al sol, reponen fuerzas a la espera de una nueva marcha sobre La Paz que iniciarán hoy, apenas asome el día. Alojados en los amplios patios de la Facultad de Derecho, integran el contingente de 2.000 personas llegadas del interior que durante toda la última semana asediaron al gobierno de Carlos Mesa junto a otros miles de trabajadores. Sus reclamos para nacionalizar el gas o convocar a una Asamblea Constituyente no son abstracciones para ellos. Antes bien, representan la vía de acceso a mejores condiciones de vida. Ninguno quiere abandonar su tierra. Y no está en sus planes, pese a todo, sumarse al tercio de la población boliviana que ya se marchó del país.
"Yo no quiero ir a pasear perros", dice Víctor, un campesino de ojos dulces de la agrícola Santa Cruz, en las llanuras del oriente. Así responde cuando se le comunican los datos de nuevos estudios conocidos ayer. Según la empresa Apoyo, Opinión y Mercado, seis de cada diez bolivianos quiere emigrar, lo que equivale al 61% de la población. El 24% de los sondeados quisiera irse a España; el 18% a EE.UU.; el 11% a Argentina; el 10% a Brasil; el 5% a Japón; y otro tanto a Inglaterra.
José, un minero de manos callosas y mirada dura, cuida sus gestos y actúa con la cautela que es propia de los gatos. Cuando toma confianza, valora su sangre aymará y sentencia sin dudas: "Nosotros, los originarios, no nos vamos. Sólo se van los que descienden de españoles". Imposible confirmarlo, claro. Pero es un dardo a los bolivianos de origen blanco, la neta minoría. Sin embargo, pese a que España está a la cabeza de las preferencias, por una cuestión de cercanía la Argentina es el destino principal. De acuerdo con una encuesta del Centro de Estudios Laborales y Agrarios (CEDLA), en nuestro país viven 947.503 bolivianos. Sigue Brasil con 250.000 y EE.UU. con 160.323. El resto se reparte en otros países europeos y latinoamericanos.
Las cifras son relevantes para la Argentina si se degrada la actual situación politica y económica. Clodomeo, otro de los que descansan en la universidad, dice que un hermano suyo vive en Tucumán. Pero él tampoco quisiera marcharse. "Si vengo desde Cochabamba caminando, señor, es porque quiero quedarme", afirma. Luego muestra su sorpresa por los pocos argentinos que ha visto por sus tierras. Y en verdad tiene razón. El embajador Horacio Macedo dijo a Clarín que apenas entre 700 y 900 compatriotas residen en La Paz y su vecina El Alto. Otra cifra similar se reparte en el resto del país.
Victor, José y Clodomeo conversan con el cronista recostados en uno de los 45 bancos de plaza que la facultad ha desparramado por dos patios internos para alojar a unas 500 personas. Visitar la universidad, fundada en 1831, implica comprender que Bolivia se ha fraguado entre batallas. En sus rincones resuenan gloriosos rumores del pasado, del mismo modo que el centro histórico de La Paz, donde se levanta, exhibe al turista una inacabable ración de mariscales, mártires y obispos en sus calles.
"Bolivar se avergonzaría, señor", dice Victor, el más locuaz, levantando el dedo, recordando la historia boliviana. Es cuando el cronista le dice que, según un Informe de la Organización Internacional para las Migraciones, 3 millones de sus compatriotas emigraron en los últimos años por falta de trabajo. El número representa la tercera parte de los 9 millones de habitantes del país, una diáspora impresionante. Y va en alza: ya en 2004, 2.2 millones vivían afuera.
Mirando a su mujer, que al fondo del patio cuelga ropa recién lavada, José dice que volverá a marchar hoy para que sus tres hijos no deban irse. "Todo el gas debe ser nuestro", responde cuando se le pregunta qué significa para él la nacionalización del gas. Los otros asienten, mientras un par de mujeres pasan con dos enormes ollas vacías de un metro de altura. Otras mujeres limpian las aulas donde duermen, habitaciones —en verdad— con la comodidad de un tren carguero.
De pronto Víctor revela que votará por Evo Morales, el líder cocalero, y los otros se ríen. Es que no se fían mucho de sus dirigentes. "Prometen dar trabajo y no cumplen", comenta Clodomeo. Los técnicos del CEDLA estarían de acuerdo. Según su informe, el éxodo crece desde el 2000 ante el aumento de la pobreza y la falta de empleo desde que comenzaron las privatizaciones en 1996 con el derrocado ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
"Yo no quiero ir a pasear perros", dice Víctor, un campesino de ojos dulces de la agrícola Santa Cruz, en las llanuras del oriente. Así responde cuando se le comunican los datos de nuevos estudios conocidos ayer. Según la empresa Apoyo, Opinión y Mercado, seis de cada diez bolivianos quiere emigrar, lo que equivale al 61% de la población. El 24% de los sondeados quisiera irse a España; el 18% a EE.UU.; el 11% a Argentina; el 10% a Brasil; el 5% a Japón; y otro tanto a Inglaterra.
José, un minero de manos callosas y mirada dura, cuida sus gestos y actúa con la cautela que es propia de los gatos. Cuando toma confianza, valora su sangre aymará y sentencia sin dudas: "Nosotros, los originarios, no nos vamos. Sólo se van los que descienden de españoles". Imposible confirmarlo, claro. Pero es un dardo a los bolivianos de origen blanco, la neta minoría. Sin embargo, pese a que España está a la cabeza de las preferencias, por una cuestión de cercanía la Argentina es el destino principal. De acuerdo con una encuesta del Centro de Estudios Laborales y Agrarios (CEDLA), en nuestro país viven 947.503 bolivianos. Sigue Brasil con 250.000 y EE.UU. con 160.323. El resto se reparte en otros países europeos y latinoamericanos.
Las cifras son relevantes para la Argentina si se degrada la actual situación politica y económica. Clodomeo, otro de los que descansan en la universidad, dice que un hermano suyo vive en Tucumán. Pero él tampoco quisiera marcharse. "Si vengo desde Cochabamba caminando, señor, es porque quiero quedarme", afirma. Luego muestra su sorpresa por los pocos argentinos que ha visto por sus tierras. Y en verdad tiene razón. El embajador Horacio Macedo dijo a Clarín que apenas entre 700 y 900 compatriotas residen en La Paz y su vecina El Alto. Otra cifra similar se reparte en el resto del país.
Victor, José y Clodomeo conversan con el cronista recostados en uno de los 45 bancos de plaza que la facultad ha desparramado por dos patios internos para alojar a unas 500 personas. Visitar la universidad, fundada en 1831, implica comprender que Bolivia se ha fraguado entre batallas. En sus rincones resuenan gloriosos rumores del pasado, del mismo modo que el centro histórico de La Paz, donde se levanta, exhibe al turista una inacabable ración de mariscales, mártires y obispos en sus calles.
"Bolivar se avergonzaría, señor", dice Victor, el más locuaz, levantando el dedo, recordando la historia boliviana. Es cuando el cronista le dice que, según un Informe de la Organización Internacional para las Migraciones, 3 millones de sus compatriotas emigraron en los últimos años por falta de trabajo. El número representa la tercera parte de los 9 millones de habitantes del país, una diáspora impresionante. Y va en alza: ya en 2004, 2.2 millones vivían afuera.
Mirando a su mujer, que al fondo del patio cuelga ropa recién lavada, José dice que volverá a marchar hoy para que sus tres hijos no deban irse. "Todo el gas debe ser nuestro", responde cuando se le pregunta qué significa para él la nacionalización del gas. Los otros asienten, mientras un par de mujeres pasan con dos enormes ollas vacías de un metro de altura. Otras mujeres limpian las aulas donde duermen, habitaciones —en verdad— con la comodidad de un tren carguero.
De pronto Víctor revela que votará por Evo Morales, el líder cocalero, y los otros se ríen. Es que no se fían mucho de sus dirigentes. "Prometen dar trabajo y no cumplen", comenta Clodomeo. Los técnicos del CEDLA estarían de acuerdo. Según su informe, el éxodo crece desde el 2000 ante el aumento de la pobreza y la falta de empleo desde que comenzaron las privatizaciones en 1996 con el derrocado ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
Por: Macarena Ortiz